NUEVAS TECNOLOGÍAS, CAMBIOS CULTURALES Y SU IMPACTO EN EL LENGUAJE


Dialogamos con Natalia Raimondo Anselmino, investigadora del Conicet, sobre los modos y usos que los dispositivos tecnológicos impusieron sobre las comunicaciones interpersonales


Es sabido que las tecnologías de comunicación e información trajeron aparejadas nuevas formas de interactuar y de utilizar el lenguaje, a la vez que se han ido incorporando nuevos vocablos y elementos paralingüísticos, diluyéndose en muchos casos las diferencias entre la oralidad y la escritura. En esta nota dialogamos con Natalia Raimondo Anselmino, Doctora en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet) y miembro del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (CIM), sobre los modos y usos que los dispositivos tecnológicos han impuesto sobre nuestras comunicaciones interpersonales.



 

Tecnología y lenguaje: cambios culturales

 

En relación a la comunicación mediada por plataformas conectivas, Natalia Raimondo Anselmino -quien desarrolla tareas de investigación en el campo de la semiótica de los medios- considera relevante mencionar el cruce de varias aristas. “Las plataformas de mensajería instantánea implican una comunicación de tipo interindividual, privada y que si bien tiene resabios de la oralidad, generalmente lo que predomina es lo escrito”, señaló la investigadora del Conicet, al tiempo que agregó: “Justamente al ser una comunicación de tipo personal, requiere recuperar algunos elementos de la comunicación cara a cara, como la gestualidad, que enmarca la comunicación, lo que uno dice y el modo en cómo uno se expresa con el cuerpo”.

En tal sentido, la incorporación de elementos paralingüísticos o paratextuales como los emoticones, los gifs, o los memes es una de las formas que encontramos para expresar nuestras emociones a través de estas plataformas. De esta manera, como detalla Raimondo Anselmino, “vamos generando mecanismos que nos convierten en actores sociales con otras competencias”.



¿Lenguaje empobrecido o democratización de la escritura?

 Mucho se ha dicho sobre cómo el uso de la tecnología en las comunicaciones interpersonales ha derivado en un empobrecimiento del lenguaje, absorbido por la fugacidad y aceleración de los tiempos que proponen las redes sociales en Internet.

Al respecto, Natalia Raimondo Anselmino considera que cualquier reflexión sobre este tema debería considerar “todos los factores que hacen al uso del lenguaje: los culturales, los sociales, los sociotecnológicos, y siempre en clave histórica”.

“Circula mucho la idea de cómo el empleo del celular, como dispositivo de la comunicación interpersonal por excelencia, de alguna manera derivó en un uso del lenguaje empobrecido. Porque muchas veces cuando nos comunicamos vía Messenger o vía Whatsapp lo hacemos de un modo no tan formal y sin prestar atención a ciertas reglas gramaticales, sintácticas, estilísticas o al uso de la ortografía. Sin embargo, hay  investigaciones como la de José Luis Fernández (semiólogo de la Universidad de Buenos Aires y miembro del CIM) que señalan todo lo contrario”, remarcó Raimondo Anselmino.

En su libro Plataformas mediáticas, Fernández plantea que existen estudios que muestran que la alfabetización digital en los jóvenes ha fortalecido el empleo de la escritura. “Allí se plantea que hay determinados sectores que -por sus condiciones etarias o socioculturales- no eran tan afines a escribir, en tanto se han volcado a la práctica de la escritura por la necesidad que implica comunicarse con el otro”, comentó la investigadora, señalando además que “estos sectores de la población después de asistir a la escuela, rara vez escribían y leían, perdiendo de esa manera ciertas capacidades aprendidas de lectoescritura”.



 

Lenguaje en movimiento vs. lenguaje instituido

 En lo que respecta a la incorporación de nuevos vocablos, usos y acepciones del lenguaje, Raimondo Anselmino considera que al ser la lengua un “órgano vivo”, las transformaciones que se van dando en el interior de una cultura “no se pueden dar por decreto”. “Muchas veces tanto la Real Academia Española como los diccionarios van incorporando términos nuevos que de alguna manera acompañan estos cambios culturales. Por ejemplo, en 2016 según el diccionario inglés Oxford la palabra del año fue posverdad y en 2017 fake news, que son neologismos. Porque estos términos venían apareciendo en el discurso social y entonces lo que hizo el diccionario fue legitimar que la sociedad le está dando importancia a estos términos, porque son una construcción cultural”, sostuvo.

La investigadora aclara que “una cosa es que se acepte un término y otra es cómo se debe decir”, ya que en función de eso existen determinadas reglas sintácticas, gramaticales y estilísticas que anteceden al término. “El lenguaje antecede siempre al sujeto, nacemos como sujetos de una cultura y lo mismo sucede con el término nuevo. Entonces, después se ve cómo se debe utilizar, cuál es su uso correcto. Pero cuál es el uso correcto de un término, lo dice la inscripción de ese término en el marco de ciertas normas estructurales”, señaló.



Comunicación privada vs. comunicación pública

 

En referencia a los nuevos términos, Raimondo Anselmino destacó que más allá de las normas o de las instituciones que regulan el uso del lenguaje, es importante distinguir entre el uso público y el uso privado del lenguaje. “Todos usamos el lenguaje de una manera cuando hablamos en contextos públicos y de otra cuando hablamos en contextos privados. Si yo escribo un artículo científico lo escribo cuidando ciertos empleos, si yo hablo con mis amigas hago otro uso, incorporando emoticones y demás”, remarcó.  

Para la investigadora, el problema radica en la visibilidad que tiene hoy la comunicación privada. “En estos dispositivos de comunicación, en donde la barrera entre la oralidad y la escritura se difumina, también lo hace la barrera entre lo público y lo privado. Entonces, a veces queremos imponer ciertas reglas de discurso público en la comunicación privada. O queremos teñir los usos y costumbres de la comunicación privada al discurso público. Justamente, lo que nos horroriza es la cristalización textual de la comunicación privada”, concluyó.  

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